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¿El fin del abogado especialista en accidentes de tráfico?
¿Es realmente necesario o aconsejable contratar un abogado especialista en accidentes de tráfico si queremos reclamar nuestra indemnización por lesiones, o es mejor acudir al abogado de toda la vida?
Puede sorprender que nos planteemos desde este artículo de Abogado Accidente Tráfico Tenerife la necesidad de contar con un abogado especialista en accidentes de tráfico cuando pretendemos conseguir una indemnización justa por nuestras lesiones. Más aún a quienes nos siguen a través de monográficos y foros desde hace ya un tiempo, y que saben nuestra opinión al respecto.
La pregunta retórica que encabeza estas líneas tuvo su germen en nuestros foros de accidentes. En los mismos y frente a las quejas generalizadas por parte de un buen número de accidentados que consideran que los abogados que les han tocado en suerte no tienen los conocimientos ni la experiencia suficientes para sentir que su reclamación está en buenas manos, respondíamos que paradójicamente así como en los siniestros con lesiones leves es usual contar con los servicios de un abogado especialista en accidentes de tráfico, observábamos con una cierta perplejidad que buena parte de los accidentados de gran envergadura acababan decantándose por los servicios de un letrado generalista.
No eres tú, soy yo
Hace un par de meses uno de nuestros clientes nos pidió una cita. Se trataba de un accidentado con lesiones importantes, de cuyo asunto llevábamos ocupándonos año y medio. Durante este periodo habíamos hecho las pocas cosas que se pueden hacer en el lapso que tarda en sanar el lesionado (efectuada la reclamación inicial, gestionada su admisión en un centro de rehabilitación no afecto a las aseguradoras, tramitados un par de anticipos, conseguida una autorización por más de un año para efectuar sus traslados en taxi, así como la autorización de la aseguradora contraria para una intervención quirúrgica de la que no se quería hacer cargo el seguro propio, etc). Me sorprendió, visto que habíamos gestionado su expediente de la mejor manera posible, escucharle decir que se quería cambiar de despacho.
La sorpresa fue aún mayor cuando me indicó que el letrado que había escogido para continuar con su reclamación no era un abogado especialista en accidentes de tráfico, sino uno que le había llevado otro tipo de asuntos que nada tenían que ver con el derecho de la circulación. Le pregunté, aún con más motivo, por las razones que le habían impulsado a cambiar de representación letrada.
– No os puedo reprochar nada, me habéis tratado bien, sois muy eficaces y cada vez que he necesitado ayuda me la habéis dado. Pero en estos meses me ha llamado más veces fulanito (el abogado nuevo) sin ser mi abogado que vosotros, y ahora que estoy a punto de obtener el alta necesito un abogado que esté por mí.
No es lo que es, sino lo que parece
Reconozco que este hecho que les acabo de relatar tomó por sorpresa a este abogado en Tenerife, ya que servidor suele ser de naturaleza práctica y -llámenme raro- prefiero que llegado el caso me opere un cirujano competente y con experiencia en mi patología que otro menos versado en la misma pero más predispuesto a irse conmigo de cañas (si sobrevivo a la intervención quirúrgica, claro). Mi socia, que tiene una visión más transversal de casi todo, no perdió tiempo en decirme:
-Te lo dije.
Y es que desde hace meses me viene insistiendo en aplicar una técnica que parece ser que le funciona bien a una franquicia que es competencia directa nuestra en la zona. Esta franquicia, por lo que sabemos, tiene contratada a una persona única y exclusivamente para llamar a los clientes una vez por semana y preguntarles cómo están. Esa persona ni es abogada ni sabe más de la reclamación de indemnizaciones que lo que vaya aprendiendo a base de tanto hablar con los accidentados, meramente está ahí para que el cliente tenga la percepción de que se preocupan por él/ella.
Reconozco que era bastante reticente a aumentar la plantilla y los costes de una reclamación a base de incluir en nuestros servicios una especie de amigo invisible que garantice la fidelidad del cliente, entre otras cosas porque -si me conozco bien- a mí no me gustaría si fuera un lesionado de larga duración que cada semana me llamara un desconocido para hacerme revivir lo que estoy pasando, y menos con cadencia de relojero y ánimo más mercantilista que de verdadero interés personal. A mí lo que me gustaría -y es el servicio que honestamente creo que damos- es que mis abogados estuvieran ahí cuando los necesito, y pelearan por mis derechos en todo momento. Lo otro, lo siento, me suena a hipocresía, y de hecho lo es, ya que les aseguro que desde que el lesionado cobre su indemnización y pague los honorarios, nadie de esa franquicia le volverá a llamar.
Abogado amigo vs abogado especialista en accidentes de tráfico
Esa es, a grandes rasgos y en no pocas ocasiones, la razón por la que en caso de accidentes graves se acude a letrados generalistas y no a un abogado especialista en accidentes de tráfico. En muchos casos el accidentado conoce al abogado de otros asuntos que le ha llevado a él o a su entorno familiar, lo que propicia que éste suela tener conocimiento del siniestro a través de terceros y que éste se vea en el dilema moral de serle «infiel» al abogado de la familia con un desconocido cuando como quien no quiere la cosa le pregunta que quién tiene pensado que le gestione la reclamación.
Entiendo que cuando se sufren lesiones de importancia de una forma tan súbita e imprevista como un accidente de circulación, y uno se encuentra limitado, postrado en la cama, extirpado de su cotidianeidad, abrumado por la venidera situación económica, presionado por la empresa, inseguro ante lo que deparará el futuro a todos los niveles, es lógico que tendamos a valorar más de lo habitual intangibles tales como que el abogado que acabamos de conocer comience a comportarse como si fuera amigo nuestro desde la infancia, o que le exijamos que el tiempo que debería dedicar a velar por nuestros intereses lo dedique en fingir interesarse por nuestra evolución semanal. pero considero -y acepto de antemano cualquier crítica sobre la frialdad de mi razonamiento- que mi función no es ser su mejor amigo durante el tiempo que tarde en cobrar y pagarme, sino realizar en su nombre la reclamación inicial, gestionar su admisión en un centro de rehabilitación no afecto a las aseguradoras, tramitar adelantos para que no pase penurias durante el proceso de recuperación, conseguir que le autoricen esa intervención quirúrgica que su seguro no quería abonar, lograr que el seguro abone directamente los taxis que necesite para sus desplazamientos, conseguir que sea valorado por un perito médico propio sin que desembolse un solo euro y, finalmente, que pelee por su indemnización de forma amistosa o judicial un abogado especialista en accidentes de tráfico con más de un cuarto de siglo de experiencia en la materia.
La elección, por supuesto, es suya.
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