¿Cómo evitar ser engañado por el seguro?
Si ha sufrido lesiones en un accidente de tráfico siga estos consejos para acabar siendo engañado por el seguro con la rehabilitación y la indemnización.
La búsqueda «me siento engañado por el seguro» es una de las más frecuentes dentro del colectivo de lesionados en accidente de tráfico. Esta constatación encierra una consecuencia positiva (que el accidentado ha tomado consciencia de que las aseguradoras no han jugado limpio con él) y otra negativa (que esa toma de conciencia se produce cuando el engaño o ya se ha consumado o subsidiariamente cuando ya nos ha dejado en un estado de limitación de derechos tan flagrante que casi no hay forma de revertirlo).
Me explican los compañeros a los que les ha tocado trabajar este año en agosto en el despacho el caso de un cliente en grado de tentativa (dado que finalmente declinamos hacernos cargo de su reclamación) que viene a resumir el relato de tanto ciudadano que finalmente se siente engañado por el seguro…. cuando es demasiado tarde. Esta vendría a ser la historia:
«Sufrí un accidente de tráfico en marzo (la visita está teniendo lugar a finales de agosto) y me diagnosticaron un latigazo cervical y una dorsalgia. Mi intención era contratar un abogado privado, pero me llamaron de mi seguro y estuvieron muy convincentes. Me asignaron una abogada de la compañía que me dijo que contactara con ella con los papeles del alta y me derivaron al centro XXXX (léase: Centro médico afecto del que hablamos en nuestro artículo sobre la necesidad de elegir correctamente el centro de rehabilitación y que, a cambio de recibir los pacientes de las aseguradoras, se compromete a dar el alta -que no a curar- en mitad del tiempo de la competencia, razón por la que procuran no hacer pruebas que saquen a la luz posibles patologías que retrasen el tratamiento y por la que la mayoría de altas son precipitadas y sin hacer constar las secuelas que le quedan al paciente. Vamos, el típico centro del que le hubiera sacado desde el minuto uno cualquier abogado privado al que hubiera acudido)
«Total, que a las diez sesiones el traumatólogo del centro XXXX me da el alta y me dice que las molestias que me quedan se irán con el tiempo. Que vaya mucho a la playa y que no me preocupe por nada. Sin tiempo a reaccionar, y como si todo estuviera orquestado, me llama la abogada de mi seguro y me dice que ha conseguido que la aseguradora contraria me pague un anticipo de mil euros. Que no he de hacer nada, ni pierdo ningún derecho por aceptar esa cantidad a cuenta. Le digo que adelante, y esa misma semana me abonan el importe.
«La cosa es que pasaban los días y esa mejora a la que se refería el traumatólogo del centro médico no llegaba. Me salió un trabajo que tuve que dejar porque literalmente no aguantaba el dolor. Llamé pues a la abogada de mi seguro para ver si se me podían autorizar más sesiones de rehabilitación, a ser posible en otro centro. La abogada me dijo, secamente, que eso no era asunto suyo, que ella meramente reclamaba mis lesiones, y me exhortó a que hablara con el tramitador de mi expediente.
«Eso hice. Llamé al tramitador de mi seguro, y éste se comprometió a hablarlo con uno de sus inspectores médicos para ver si se me autorizaban más sesiones. Diez días después -ante su inacción- le tuve que volver a llamar, y de nuevo otra vez a la semana siguiente, donde ya con malas maneras le puse un ultimátum. Conseguí finalmente que me remitiera a un inspector médico (el cliente no supo hasta el momento en que vino a nuestro despacho que ese inspector médico además es uno de los copropietarios del centro XXXX, que fue el que le dio el alta precipitada en connivencia con su seguro) que con muy buenas formas, pero de palabra, me dijo que efectivamente tenía dos importantes contracturas en las zonas cervical y dorsal, y que al menos precisaría de veinte sesiones de rehabilitación más. Imagínen mi sorpresa cuando unos diez días después de esta visita llamo a mi tramitador y me suelta que la compañía de seguros no autoriza ninguna sesión más.
«Contrariado -por decirlo finamente- envié un escrito de queja al defensor del asegurado de mi compañía, y posteriormente a la Dirección General de Seguros. La respuesta que obtuve fue la misma en ambos casos: que en todo caso la discrepancia la debería solventar con el centro de rehabilitación, que no había prueba alguna de que el seguro fuera el que hubiera puesto fecha final al tratamiento, y que si en cualquier modo consideraba que necesitaba más rehabilitación, que me la pagara yo y luego la reclamara a la aseguradora responsable.
«Dado que no dispongo de dinero para sufragarme el tratamiento, acudí a la Seguridad Social, donde me han puesto fecha para la rehabilitación para dentro de tres meses. A todas estas, me ha llamado la abogada de mi seguro para decirme que la contraria ofrece una indemnización de 1.150 euros, de la que descontados los 1.000 del anticipo se me queda en 150 euros. Le digo que yo sigo encontrándome mal y que estoy a la espera de ser tratado por la Seguridad Social y me contesta que ya han transcurrido meses desde el alta en el centro XXXX, por lo que se entiende roto el nexo causal y que duda mucho que me paguen los días que emplee en esa segunda rehabilitación. Me dice con todo el aplomo del mundo que ella va a aconsejar a la aseguradora que si no acepto los 150 euros y quiero reclamar más, se cierre mi expediente y se me dé la opción de buscarme un abogado privado.
«Así que aquí estoy, porque me siento engañado por el seguro y por ver si ustedes me consiguen un centro de rehabilitación o bien me dicen la manera en que se puede enderezar lo mío.
La triste conclusión
En FM Abogados nos encanta nuestro trabajo, pero hay situaciones que a fuerza de repetirse incomprensiblemente una y otra vez nos llenan de una sensación que es una mezcolanza de rabia, hastío e impotencia.
En el caso de este cliente es normal que se sienta engañado por el seguro -sobre todo por el suyo-, pero lo que se nos antoja incomprensible es que pese a constatar que le están «toreando», tarda casi medio año en acudir a un abogado privado (y lo hace porque la abogada del seguro poco menos que le arroja a nuestros brazos, ahora que lo ha convertido en un reclamante inofensivo). Me da mucha tristeza que en pleno siglo XXI, donde la información está al alcance de un click, las víctimas de accidente de tráfico sigan cayendo una y otra vez en las mismas trampas, y que por ahorrarse un 15 por ciento de nuestros honorarios -que además en este caso le hubieran sido retornados por su aseguradora- se quede con una lesión crónica y con una indemnización de risa.
Este cliente en grado de tentativa, de haber acudido a un despacho jurídico privado mínimamente competente, habría sido derivado a un centro de rehabilitación no afecto, donde se habría recuperado totalmente de sus lesiones. Habría cobrado, con total seguridad, más del triple de lo que acabó percibiendo. Y además su seguro se habría visto obligado a devolverle los honorarios del abogado de libre elección. Al «dejarse llevar», ha conseguido que las aseguradoras -la propia y la contraria- se ahorrasen unos 2.000 euros en sesiones de rehabilitación no efectuadas, otros 2.000 en resto de indemnización no pagada y otros 450 en concepto de devolución de honorarios de abogado privado.
Quisiera pensar que para este curso 2017/2018 que empieza, esa parte de las víctimas de accidente de tráfico que todavía confían en las aseguradoras despierten, se informen y acudan a un profesional independiente, y no tengamos que escuchar más el eterno relato del cliente en grado de tentativa que se siente engañado por el seguro.
¿Has sufrido un accidente de tráfico en Canarias?
Confía en FM Abogados. Mayor indemnización. Perito propio. Cobramos cuando cobras.