Diez consejos para el primer juicio
Como controlar los nervios, el miedo a quedarse en blanco, etc…Sigue estos trucos y consejos para el primer juicio y saca al abogado que llevas dentro
Con la experiencia que me otorga un cuarto de siglo de experiencia quisiera dar hoy una serie de consejos para el primer juicio, que espero sean de utilidad para que los nuevos abogados venzan el miedo escénico y superen ese trance que quien más quien menos todos hemos tenido que pasar:
- Familiarízate con el entorno: El día del juicio o -mejor aún- en jornadas anteriores acude al juzgado donde vas a celebrar tu primera vista. Entra en la sala, asiste a otros juicios de ese juez, aprende dónde se sienta el abogado del demandante y del demandado, dónde está la sala de togas, dónde el lavabo (por si te lo pregunta el cliente). Es importante que compruebes el grado de paciencia del juez que te va a tocar en tu bautismo, ya que uno de los miedos del abogado que empieza es que su señoría nos pegue una bronca delante del cliente. Salvo que tengas muy mala suerte, te darás cuenta de que más del noventa por ciento de los jueces no se inmiscuyen en la labor del abogado.
- Apóyate en el miedo ajeno: Uno de mis miedos recurrentes cuando empezaba era que mi cliente, al acabar la vista, viniera hacia mí para reprocharme que hubiera hecho algo mal o que mi estado de nervios le fuera a hacer perder el juicio. Sorprendentemente, eso nunca pasó, y por el contrario era el cliente el que me preguntaba si yo le había visto muy nervioso a él. Y es que -no lo olvidemos- por mucho que nosotros estemos «atacados», nuestro cliente -salvo que sea un habitual de los tribunales- también es novato en esto, y además seguro que se juega más que nosotros. Por tanto, otro de los consejos para el primer juicio es interesarnos por el estado anímico de nuestro cliente, y veréis que cuanto más nervioso esté él más nos tranquilizamos nosotros.
- No pidas un trato de favor: Hay compañeros que suelen recomendar a los letrados que empiezan que pongan esta circunstancia en conocimiento del juez. Yo ni hice eso ni lo recomiendo, ya que pueden pasar tres cosas:
- Que nos toque el juez «capullo» (que como en todas las profesiones, haberlos haylos) y se aproveche de tu bisoñez para hacerte pasar las de caín.
- Que nos toque el juez «ese es su problema, letrado», y nos trate exactamente como si lleváramos veinte años ejerciendo.
- Que nos toque el juez paternalista, y en su afán por protegernos deje bien claro ante toda la sala que en esos momentos somos incapaces de realizar una instructa de más de dos minutos y controlar el esfínter al mismo tiempo.
- Aprende a actuar a cámara lenta: Es sencillo detectar a un letrado novato porque entre otras cosas su estado de tensión le hace actuar mucho más rápido de lo normal. Esto, aparte de dar una imagen de inseguridad, propicia la aparición del miedo a quedarse en blanco, ya que los instantes en que no nos sale una determinada palabra o argumento se nos antojan más largos de lo que realmente son. Por lo tanto, fuérzate a llevar un ritmo sosegado y a dejar pausas entre tus argumentos.
- Echale un pulso al pulso: Otro de los momentos que más temía yo era cuando tenía que entregar los medios de prueba al juez, ya que estaba convencido de que todo el mundo se daría cuenta de que me temblaba el pulso. Para evitarlo, os explico uno de los consejos para el primer juicio que yo mismo me apliqué: desde que inicie la vista agarráis el pliego de folios donde lleváis preparado el juicio y lo sostenéis en una mano unos diez centímetros sobre la mesa, y así hasta que acabe el juicio o cuanto menos hasta que se os pase el miedo al miedo. Con esta manera de combatir al fuego con el fuego os daréis cuenta de que los temblores desaparecen desde el principio y os dará una seguridad incontestable.
- Estudia a la competencia: Todos los abogados -luego volveré sobre esto- estamos nerviosos antes de entrar a sala. Da igual si llevamos a nuestras espaldas cientos de juicios, si se va a ventilar un mero monitorio o un complejo procedimiento inmobiliario, o lo bien que aprendamos a disimularlo. Y si quieres comprobarlo, fíjate en las manos del abogado de la contraparte mientras desarrolla su informe final. Muy probablemente veas que las manos se esconden en la bocamanga de la toga, o una sostiene la otra, o juguetea con el bolígrafo. Es posible que detectes también que la voz de tu contendiente se quiebra al final de las frases, o que tu compañero baja la vista cuando el juez deja de apuntar y le mira. Quiero decir con todo esto que lo que le pasa a ti nos pasa en mayor o menor medida a todos, que no tienes el monopolio del miedo y que si lo sabes gestionar bien será difícil detectar nada distinto en tu comportamiento.
- Ante la duda, abusa: Puestos a que el juez nos eche la bronca, más vale que sea por ser demasiado agresivos, por pasarnos de incisivos, que por quedarnos cortos. A medida que cojas experiencia aprenderás a mirar con el rabillo del ojo al juez para saber por ejemplo cuándo tu interrogatorio le está interesando o se le está haciendo demasiado largo. No obstante, como aún tardarás un tiempo en disponer de esa herramienta, uno de los consejos para el primer juicio que te doy es que sueltes todas las preguntas que lleves preparadas. Si el juez te dice que vayas abreviando, le pides perdón y dices que ya casi estás y efectúas un par de preguntas más. Consigues con esto dos cosas: que la percepción de tu cliente sea de que has dominado el juicio (para muchos de ellos el mejor abogado es el que más habla), y por otro lado aprenderás algo vital para tu desarrollo como letrado: que el hecho de que un juez nos llame la atención es una mera anécdota del juicio, y no el fin del mundo.
- Cuidado con los atajos: Aproximadamente uno de cada tres juicios se acaba arreglando a pocos minutos de entrar a la sala de vistas. Por lo tanto, estadísticamente es muy probable que el abogado contrario se te acerque a fin de ver si se puede alcanzar algún tipo de solución extrajudicial. Con el estado de nervios que muy probablemente lleves encima, cualquier acuerdo puede sonarte a música celestial, por cuanto te evitaría pasar por el mal trago de entrar en sala, y precisamente ahí está el peligro: que acabes aceptando cualquier acuerdo con tal de no celebrar el juicio, ante el consiguiente mosqueo de tu cliente. Para evitar esto es fundamental que en el momento de preparar la vista establezcas dónde están las líneas rojas en caso de una eventual negociación de última hora, y respetar esa frontera de lo inaceptable si llega el momento aunque todo nuestro cuerpo nos esté suplicando que la aceptemos.
- En los juicios no se lee: Grábate esta frase en tu cerebro, porque es uno de los mejores consejos para el primer juicio que te puedo dar. Comprendo que ante la perspectiva de celebrar tu primera vista te estés montando una película en la cual das por hecho que te quedarás en blanco en el momento más inoportuno, ante el general desconcierto de los asistentes. Es normal que la primera idea que se te ha ocurrido para evitar esta posibilidad sea la de llevar por escrito hasta la última coma de lo que quieres decir, pero desde ya te digo que ese es uno de los peores errores que puedes cometer. He tenido la desgracia de ver a docenas de compañeros leer su informe de conclusiones sin despegar la vista del papel, y os puedo asegurar que no hay peor espectáculo, amén de que resulta imposible prever todo lo que va a pasar en un juicio, y desde luego el juez va a desconectar de lo que digáis desde el minuto dos. Tenéis que acostumbraros desde el primer momento a llevar el juicio preparado, y un juicio sólo puede considerarse preparado cuando a partir de un esquema sois capaces de desarrollar los argumentos de que pretendéis valeros, incluso -y esa es la gracia del asunto- si en el devenir del juicio han confluido testimonios y pruebas con las que no contábamos. Es mil veces preferible un titubeo en vuestra exposición, o una leve omisión de algún punto, que poneros a leer vuestras conclusiones.
- El miedo es vuestro amigo: De todos los consejos para el primer juicio éste es el más importante. Lo que conocemos como miedo no es sino un sistema de alerta que impone nuestro cuerpo para enfrentarnos a un reto o entorno que podemos considerar difícil o peligroso. Cuando estamos en ese estado nuestros sentidos se aguzan, lo mismo que el ingenio y la memoria. Aumenta también nuestra agresividad y suspicacia. Y todo eso, lo creáis o no, es maravilloso a la hora de celebrar un juicio. Personalmente se me han dado peor los juicios en que estaba demasiado relajado que aquéllos en los que estaba en tensión. Por lo tanto, dejemos de hablar de miedo escénico y hablemos de tensión competitiva, dejemos de intentar no tener miedo y aprendamos a manejar nuestra tensión de tal manera que en lugar de bloquearnos nos ayude a convertirnos en mejores abogados.