Mi abogado no me hace caso

¿Qué puedo hacer si mi abogado no me hace caso?

Ya no sé qué hacer. Mi abogado no me hace caso, ni me atiende cuando voy a su consulta ni me devuelve las llamadas ni me contesta los whatsapps.

mi abogado no me hace caso

Si tecleamos en Google las palabras «mi abogado» nos saldrá como primera sugerencia de búsqueda la frase «mi abogado no me hace caso«. Esto significa que hay una percepción -equivocada o no, pero innegable- de que los profesionales del derecho tenemos un problema de comunicación para con nuestros clientes.

Creo que esta fama de inaccesibles que tenemos los letrados obecede a una suma de varios factores. Por un lado, buena parte de nuestro trabajo es invisible, no se plasma -por ejemplo- en una pared levantada, en un pan recién horneado o en la aplicación de un tinte color caoba socarrimado. Eso se traduce en que a diferencia de un albañil, un panadero o una peluquera nosotros tenemos que explicar al cliente qué trabajo estamos desarrollando en su interés en todo momento.

Por otro lado, la mayoría de abogados tenemos una cartera flotante de casos abiertos que puede oscilar entre los cincuenta y los cuatrocientos expedientes, ya que salvo raras excepciones es imposible vivir de uno o dos clientes. Esto hace que nuestra obligación de tener al tanto a cada cliente del estado de su expediente se multiplique por tantas carpetas como tengamos colgando en nuestros archivadores (imaginen que en su trabajo tuvieran que dar cuenta de cada cosa a más de cien jefes).

Súmesele que la relación cliente-abogado es, desde el prisma del primero, de una intransferencia rayana en la monogamia. Quiero decir con eso que si de los diez abogados de un despacho ha sido  Rosales el primero en atender al cliente, el cliente no se conformará en lo sucesivo con las explicaciones que le dé cualquier otro compañero de bufete que no sea Rosales (y si Rosales además es el director del despacho, ya ni les cuento). Es habitual por ejemplo en FM Abogados que si yo por ejemplo estoy con visita, otro compañero con los mismos conocimientos atienda las llamadas. Les puedo asegurar que de cada diez llamadas, siete -una vez resueltas sus dudas- piden que de todas formas les llame yo personalmente. Y cuando -muchas veces ya de noche- les devuelvo la llamada y les explico lo mismo que ya les ha explicado mi compañero, me respondan: es que aunque usted me diga lo mismo, me quedo más tranquilo si lo escucho de sus labios. Al fin y al cabo, mi abogado es usted, ¿no?

Mi abogado no me hace caso versus prioridad en la actuación

Así pues que tenemos a un abogado que ha de explicar a más de cien clientes lo que está haciendo por ellos, pero que -además- ha de hacer las cosas que se supone que hacemos los abogados: estudiar expedientes, preparar demandas y contestaciones, lidiar con el Lexnet, negociar con el contrario y acudir a juicios. El problema se da cuando tenemos que elegir entre -por ejemplo- acabar el escrito cuyo plazo nos vence al día siguiente o explicar al señor Palomares por tercera vez en lo que va de semana que el resultado de su apelación no se sabrá como mínimo hasta dentro de tres meses. Ante disyuntivas así prefiero tragarme un «es que mi abogado no me hace caso«que un «mi abogado presentó un escrito fuera de plazo».

Y conste que no digo que en algún momento los letrados no pequemos de esa necesidad de aislamiento o concentración que deriva en dar instrucciones de que no nos pasen llamadas, pero también, reconozcámoslo, hay clientes especialmente pesados. Además, por alguna de esas leyes no escritas cuando por fin te «quitas de encima» un cliente plasta por haber concluído el expediente, no tarda en aparecer por tu consulta otro cliente de similares características, de tal suerte que siempre tienes por ahí una colonia flotante de pesados reclamando tus atenciones. Y lo peor no es que te llamen casi a diario: lo peor es que cada llamada puede oscilar entre los veinte y los treinta y cinco minutos, y que si un par de días te da por no atenderlos, se te presentan en la consulta.  Por ejemplo, en nuestro despacho de abogados en Tenerife nos dedicamos a la reclamación de indemnización por accidente de tráfico, y lo normal -tenemos un sofware que en ese sentido es una maravilla- es que a lo largo del procedimiento el cliente nos llame entre cuatro y siete veces, dependiendo de si el procedimiento se judicializa o no. Pues bien, tengo clientes en el top ten de esa lista que nos han hecho la friolera de doscientas y pico llamadas durante todo su proceso.

Y ¿saben qué? en una encuesta de satisfacción que hicimos casi el cien por cien de los clientes que declararon que mi abogado no me hace caso ocupaban los primeros lugares en número de llamadas efectuadas (y atendidas por el letrado que teóricamente les había ignorado), mientras que los que llamaban un número de veces normal nos felicitaban por considerar que nuestra atención era exquisita.

Quiero decir con todo esto que sin duda habrá compañeros poco comunicativos con sus clientes, no digo que no, pero tampoco escasean los clientes que ni teniendo un abogado en exclusiva para ellos solos se sentirían bien atendidos.

 

 

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